Recuerdo que me levanta de madrugada.

No se cómo viene hasta mí el recuerdo.
Quizá por las velas. Las velas del restaurante al que voy todos los días.
Quizá me recuerdan las velas que tenía en mi casa. Esas redondas que compré en el mercado central. Me gustaba mucho el olor. Como el olor de las del restaurante en el que trabajo.
Eran de diferentes colores de la misma gama. Una armonía monocromática. Como las que enciendo cada día.

En plena madrugada, volvió la imagen a mí, no entiendo cómo.
La imagen de mí misma, sentada en un sillon ahora, luego en otro. Las luces apagadas y las velas encendidas. Las velas que compré en el mercado central, redondas, para poner en el candelabro que me regaló mi amigo Pedro, el del taller de estructuras metálicas. Lo hizo él. Era como un racimo de flores. Y las flores eran las velas. Le dije que era muy bonito, y me lo dio.
Al principio me dio pena, pero luego acepté.

Yo creí que nunca iba a poder ponerlo en casa, donde todos padecemos del síndrome de Diógenes. Y si yo lo padezco bastante, mis papás aún más.

Así que estaba en casa en los sillones, escuchando música, trova, de Fernando Delgadillo. No sé por qué. Oigo todo tipo de música. Pero a ese recuerdo, a esas velas, los acompaña Delgadillo. "El flaco" le decíamos con mis hermanas. "... sigo viniendo pero no es lo mismo, ahora hasta el lago tiene otro color. Yo le aseguro que entre los domingos de antes, uno se sentía mejor..." 
Escucho y me pierdo, no pienso en nada y olvido todo. Solo escucho la música y la letra. En la grabadora que compré muy barata cerca del Teatro Nacional, para oír mi música de la clase de composición. 
En mi recuerdo me acabo de bañar, pero no siento frío. No como ahora siento éste frío que afuera está a seis grados y me parece que se colara por las rendijas sólo para que yo sepa que existe. No como ahora, que escribo bajo dos edredones tratando de olvidar el frío y de recordar mis recuerdos. Me peino el pelo mojado en plena noche de país tropical.

Olvido que estoy sola en casa porque mi mamá está ingresada nuevamente en el hospital y solo escucho "... con todo el alboroto de la gente, luego la cola para el alquiler. Con todo y todo uno se siente solo pero no creo que se vaya a componer..." 

Recuerdo las velas, no recuerdo el olor. Recuerdo que hay velas hoy en mi cuarto que aún no enciendo. Las iban a tirar y me las quedé. Maldito Diógenes. De un color similar, otra armonía monocromática, del mismo color que la vela de los deseos que me regaló una amiga que ya no me habla. Demasiadas velas, demasiados recuerdos. Velas sin encender y sin apagar, que se extinguen.

Como no podía faltar, la llamada del pretendiente de la temporada. Era ya tarde, y ahora escuchaba otra canción, de otro cantante. Pero ahi se pierde mi recuerdo. Se me confunde conmigo viendo a la ventana. Ese es otro recuerdo. No el recuerdo donde estoy escuchando esa música en el sillón con el pelo húmedo. Con las velas derritiéndose con la música y conmigo: "yo vengo al lago por esas costumbres que conservo en mi nostalgia por el mar..."

No sé que sería después de mi candelabro. Las velas quizá las usó mi hermana. Le regalé unas a ella. Cuando las compré en el Mercado Central a cinco quetzales. El patojo me vendió la media docena más barata, y me regaló una flor de jericó. Así le dice a una planta que se abre cuando se sumerge en el agua. Florece. Es como un botón seco, y se vuelve verde, parece un proceso invertido. Primero seca, después verde. Me encantó mientras duró. Como las velas, como las llamadas del pretendiente de la temporada, como mi vida sola en la casa donde podía oir mi música, poner mis velas en mi candelabro. Me encantó mientras duró estar con mi mamá...  mientras duró...
"antes soñaba con ir a muchos lados, pero solo, no dan ganas de viajar"
Vivir con ella lo que no vivimos antes. Antes que vivía para mi papá. Sobre todo para pelear con él. Creí que no le haría falta. Qué iba yo a saber. Si siento que no se nada hoy, entonces aún menos."...Siempre que vine lo hice con Amanda y por eso me doy la vuelta por acá.."

No sé cómo el recuerdo de las velas viaja a lugares tan recónditos. Pero vuelvo a él. Siento que hay más en él, olores, sonidos. Hay noche, como ahora. Aunque ahora es madrugada.
"Cuando mis remos se hunden bajo las oscuras sombras, 
dejando remolinos como mi señal
el agua esconde cosas que a veces no se nombran
igual que vieja barca las voy 
solo dejando atras... las voy dejando atrás..."
acompañamiento de violines y luego piano.

Quizá me duerma. Quizá lo logre ahora que he dejado mis recuerdos en papel. Quizá me duerma en mi recuerdo lleno de música, y deje ir lo que no he dejado hasta ahora. Quizá deba encender las velas que no he encendido y apagar las que no he apagado.
Quizá deba dejar de confundir los tiempos vitales, las velas que me acompañan. Y recordar los recuerdos solo un poco. Y disfrutar los recuerdos, esos que llevan música, olor, noche, humedad. De paz.
Trasladarme un rato, y volver a mi cama. A mis sábanas de colores. A mi vida de colores. 
Dejar que se vaya el recuerdo, soplarlo y dejar que llegue hasta ella. En forma de humo, en forma abstracta como la imagino hoy. Seguramente le gustará que me acuerde de ella.
"Amanda en donde estás? Amanda en donde estás?..."

Mi hermana usa el aparato en el que yo oía al flaco. No quiso comprarlo cuando yo lo compré y luego subieron de precio. Oirá al flaco también, pero tal vez menos que yo. Ya pasó su temporada con él. Como siguen pasando las temporadas, como las estaciones. Como se extinguen las velas y hay que encender nuevas, otro día mas.
Encender nuevas velas.

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