Encuentros y desencuentros.

¡Ah! lo que se me olvidó contar fue de la hamaca que tenía en mi casa. En el patio. Estaba colgada en el balcón de la cocina y del otro lado en un hierro que sostenía la lámina que tapaba el patio. Una vez me senté allí cargando a mi sobrina, que estaba bebé y se durmió. Ahora ya habla, y nadie la para. Debo haber sido así. 

Mi hermana dice que al año ya hablaba y nadie me pudo detener jamás. Mi mami se sentaba en la hamaca y se iba de largo. Estaba muy flaquita y la hamaca con agujeros enormes. No de vieja; era nueva, pero de macramé. No sé si se llama macramé en todos lados, ese arte de hacer nudos con lazos.

¿Qué se podía esperar de una hamaca de cincuenta quetzales?
La compré en uno de esos supermercados gigantes... cincuenta quetzales, increíble. Y las típicas costarán por lo menos doscientos, creo yo. Tendrán muchísimo más trabajo, de sol a sol y de día tras día. Cada hamaca podría contar una historia, por lo menos.

Así que después de contar anécdotas sobre hamacas, como cuando todos mis primos reventaron una y cayeron al suelo -yo ni me acuerdo, pero la historia es famosa de la familia- y sobre el perrito al que hicimos vomitar del mareo tras  -al fin- poder bajar de la hamaca o sobre el hecho de que mi papi nos dejó como herencia el poder columpiarnos sin ayuda de nadie: recordé mi propia hamaca.

Se quedó en el patio, y seguro mi hermanita la adoptó. Mejor. Tiene un patio con árboles y todo en aquél pueblo que antes era frío y ahora seguro ya no lo es por las desenfrenadas construcciones. Y quizá hasta la disfruten, pero no le he preguntado; me había olvidado de ella.

Así que el encuentro más reciente, resulta ser con una hamaca con aparente nacionalidad idéntica a la mía. No está tan claro; pero cabe la posibilidad. Un feliz encuentro: acaso yo sea "la persona más feliz en la historia de la hamaca".
Claro que llevaba mucho sin subir a una. Ya quería una desde antes, y aún no me he dedicado a su búsqueda. (Más o menos como mi relación con la nieve). Simplemente pensaba que me faltan otras cosas que hacer antes de terminar mis búsquedas nimias.

Es increible lo que puede guardar una hamaca entre sus hilos. Estoy segura de que también guarda historias tristes, ignoradas aún por mí. La primavera entra poco a poco en los patios. La verdad, ahora tengo más ganas de volver a tu patio. 

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